martes, 1 de agosto de 2017

Camila Rodríguez Triana
El discurso en la obra de arte - primera reflexión
2015



¿Las obras de arte hoy, son más discursos que obras? 

Para intentar acercarse a una respuesta, me hago más preguntas: cuándo una obra de arte se abandera sobre una lucha social, realmente logra un cambio o un despertar en las personas?. O mi pregunta va más allá, quizás se simplifica y se hace más personal, será que realmente a los que hacemos arte y nos abanderamos por un tiempo de esas causas sociales, si nos importan realmente esas causas sociales o es solo parte del discurso? Pero, si realmente nos importan, por qué cuando la obra se ha terminado, ya no hacemos nada más por esa gente, dejando todo en el silencio nuevamente? Por qué nos conformamos con hacer solo una obra sobre ello, realmente creemos que esto es suficiente? Por qué, si nos importan las causas sociales como decimos, no seguimos ahondando en ellas, cuando siempre queda más y más por decir, por “visibilizar”? Por qué después de hacer esa obra, no vamos a marchas, a manifestaciones donde se defiende eso que nuestra obra también defendía o por qué no usamos esa visibilidad que nos da la obra, para defender, para luchar, realmente por esas causas que nos “inspiraron”, más allá de repetir una y otra vez el mismo discurso? Por qué los olvidamos? Por qué esta necesidad de decirnos defensores de causas y ahondar en estos discursos solo cuando estamos moviendo nuestra obra? habrá algo en el in/consciente que nos dice que esto hace más valedera la obra? 

Me sorprende ver obras, en donde el artista habla y habla de la causa social que la inspiró y su necesidad de visibilizarla, una palabra muy usada ultimamente, y después de eso, qué pasa? A dónde se va la preocupación? En dónde dejamos la bandera? Entonces vuelvo y me pregunto, hay verdad en ese discurso o es solo un discurso para vender la obra? Esta es una pregunta que se me ha vuelto una constante últimamente; una pregunta que me hago a mi misma y entonces llego a otra pregunta: qué es lo que realmente me interesa cuando hago una obra? Y a una pregunta más: por qué nos da miedo aceptar que más allá de la bandera de la causa social, hay otros intereses estéticos, plásticos, propios e individuales (amarrados al sistema) sin ninguna relevancia social, que nos hacen hacer la obra? Por qué no aceptar el peso de esos intereses en nosotros? 

Quizás la respuesta pueda ser simple, pero haya que tener algo de valentía para aceptarla: porque cuando alguien del público nos pregunta que inspiró la obra, sabemos que ellos esperan descubrir en nosotros esa sencibilidad que nos hace especiales y es dificil y arriesgado defraudarlos. Entonces mostramos nuestra sencibilidad en esa causa social que visibiliza la obra y nos volvemos héroes por unos días. Es sabido que todos necesitamos de héroes, todos esperamos un héroe al cual seguir y nosotros los artistas necesitamos que nos sigan, porque necesitamos vender. O quizás pueda ser más simple aún: porque para recoger el dinero para hacer la obra, se necesita del discurso social y la prueba está en la cantidad de fondos que exigen este discurso social, para repartir sus dineros. El problema mayor sería entonces, que nosotros mismos (los que hacemos obra) terminamos por creernos nuestro propio discurso. 

Pero mis preguntas no terminan y van sobre ese discurso de hacer visible, de transformar realidades: es suficiente con una obra para cambiar algo? Para que a la gente le pase algo realmente? Estos días he visto tanta gente salir de ver obras abanderadas de visibilizar temas sociales y no veo otra respuesta más que decir: es muy triste, uno sale triste de ver esta obra, que sencibilidad la de este artista. Quizás también lloran un poco y después… pasa lo mismo de siempre, siguen con sus vidas, en sus mundos, en nuestros mundos individuales y esa causa social de la obra vuelve al olvido y el artista que tanto habló de esa causa, que tanto la abanderó, que dijo una y otra vez lo importante que era visibilizarla, se olvida de ella y hace una nueva obra totalmente diferente, quizás en la que se abandera de otra problemática social. Entonces, en el tiempo, en la obra, es verdad que realmente nos importan esas causas sociales? Es verdad que con una obra abanderada de una causa social se logra generar algo realmente importante en quien la ve? O simplemente satisfacemos esa necesidad de sentirnos sencibles nosotros y el público, para después volver a negar esa sencibilidad con la indiferencia?

Y aquí escribo un recuerdo; un recuerdo que se vuelve pregunta: alguna vez, escuché a un artista que se había abanderado en una de sus obras de una causa social, que había repetido su discurso social un millón de veces, cuando estaba moviendo su obra, quejarse tiempo después, porque esa comunidad que había defendido, lo seguía llamando y pidiéndole ayuda. Dónde estaba esa bandera que había levantado con tanto orgullo en ese momento? Simplemente, quizás, a él ya no le servía. Quizás no había tenido más que reconocer que no podía ser salvador, que una sola obra es insuficiente para cambiar una realidad que atrás tiene tantas causas, que en realidad no somos nada y que el arte es un trabajo como cualquier otro, sin nada especial y que nostros los artistas también estamos llenos de deseos capitalizados, que más allá del discurso social o político, nos mueven. Que no somos creadores y mucho menos especiales. Pero es que el ego del artista es complicado y tenemos esa necesidad de creer que si lo somos, de sentir que somos diferentes… Pero quizás, sea más complicado y simple que eso y haya que reconocer que en realidad nunca nos importaron realmente esas causas sociales y que era solo parte del discurso que rodeaba y engrandecía la obra, que no somos héroes, ni salvadores, que simplemente somos artistas. 

Quizás porque esos otros intereses que tenemos atrás de los problemas sociales son "bajos", aunque obvios, y nos quitarían ese AURA tan preciado que nos hace sentir especiales, porque al final funcionamos igual que todos los demás, porque al final estamos tan capitalizados como todos los demás. De pronto, también pesa que cuando no hay discurso social, sentimental, el público disminuye, porque aunque nadie haga nada realmente, todos nos sentimos mejor compadeciéndonos por unos minutos de los menos afortunados. ¡Que sencibles que somos! ¡Que humanos que somos! Creencia de doble filo y realmente muy peligrosa, porque cuando nos conformamos con esto, cuando nos es suficiente esto, no hacemos nada más. Entonces lo más triste sería descubrir, que estas obras abanderadas de las causas sociales, no son más que parte del mismo sistema al que critican y que terminan colaborando con él, al darle al público esa posibilidad de compadecerse con la que se conforma; que nosotros no somos más que parte del mismo sistema al que criticamos y que en realidad esas obras que se abanderan en la defensa, en la visibilización de causas sociales, terminan favoreciendo el funcionamiento de este sistema. Ya se lo preguntaba Godard, ya se lo preguntaba Guy Debord, ¿Cómo ir realmente contra un sistema que todo lo absorbe y que nos ha absorbido a nosotros mismos, que se ha adentrado en nosotros y del que no somos del todo conscientes?. Creo que realmente ir en contra del sistema, de lo establecido, implica más que alzar esa bandera por un tiempo, mientras hacemos y mostramos nuestra obra; implica mucho más que la construcción del discurso, que esa idea de “visibilizar” un tema social, que la sencibileria, que me hace pensar en una forma moderna, actual, del tan conocido agarrando pueblo de Luis Ospina y Mayolo, porque creo que el agarrando pueblo no se reduce a hacer planos de los pobres en las calles, sino a abanderarnos de causas sociales que no nos importan relamente, por las que no hacemos nada realmente, pero que mueven a la gente, por esa necesidad de sentir compasión por un momento y limpiar sus culpas de esa forma. El agarrando pueblo va más allá y nos cuestiona, aunque no lo veamos. El agarrando pueblo es una línea muy delgada, que es muy dificil de no cruzar y que hasta los que se dicen más revolucionarios, la suelen cruzar a veces, aunque no lo reconozcan nunca, aunque su discurso, ese discurso que ellos mismos se han creido, no les permita verlo nunca. 

Qué pasa si le quitamos el discurso a las obras, si las dejamos desnudas? Quizás allí lograríamos algo, lograríamos avanzar en ellas y un día hacer una verdadera obra de arte. Pero no podemos, tenemos miedo de que descubran que no somos nada, que no somos especiales, creadores, eso seguramente nos quitaría la magia, el AURA y nos dejaría desnudos y hoy en  día nadie quiere andar desnudo en la calle y menos el ego de nosotros los artistas; pero cómo desnudar el ego, esa si que es una total contradicción.

Quizás estas son solo preguntas, contradicciones, con las que me enfrento en mi trabajo, con las que me enfrento a mi misma y a mis obras, quizás estas preguntas solo valgan para mi, y para nadie más.




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