martes, 1 de agosto de 2017

Camila Rodríguez Triana
Construcciones del deseo: ideas de peso y levedad. 
2014


A partir de la exposición Construcciones del deseo realizada en 2013 en la Casa de Cultura de La Paz, Bolivia, en el marco de la VIII Bienal Internacional de Arte SIART. 






EL EQUILIBRISTA de P. Klee. 



La inestabilidad está asociada por su contrario a la noción de equilibrio. Incapacidad de un cuerpo para mantenerse o recuperar el equilibrio. Entonces para comprender la inestabilidad de un algo, cabría preguntarse por el equilibrio de ese algo, en este caso el mundo del arte.

Cuando pienso en equilibrio viene a mi cerebro la imagen de una balanza en la que constantemente se está intentando nivelar el peso de dos cuerpos diferentes. También pienso en un malabarista cruzando una delgada cuerda. En este caso, él debe controlar el propio peso para evitar caerse. Podría pensar también en aquella frase que escuchado tantas veces y que habla de un equilibrio emocional que yo aún no conozco y que entiendo tiene que ver con aprender a manejar los diferentes pesos de las emociones. A partir de estos ejemplos podríamos decir que la noción de equilibrio está ligada a la noción de peso y, al mismo tiempo, a la añoranza de su contrario: la levedad.

Hay un texto de Italo Calvino dedicado a hablarnos de la levedad como una añoranza del hombre, al sentirse oprimido por el peso: 

“(…) Me parecía que el mundo se iba volviendo de piedra; una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de mi vida. Era como si  nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la medusa y todos quedaran petrificados. El único que pudo cortarle la cabeza a la medusa fue Perseo, quien se apoyo en lo más leve que existe: los vientos y las nubes (…)”

Más adelante Calvino continúa:

“(…) En los momentos en que el reino humano me parece condenado a la pesadez, pienso que debería volar como Perseo. Quiero decir que he de cambiar mi enfoque, he de mirar el mundo con otra óptica, otra lógica, otros métodos de conocimiento y de verificación. Las imágenes de levedad que busco no deben dejarse disolver como sueños de la realidad del presente y el futuro (…)”

Aquí abro un paréntesis para decir que la levedad que Calvino busca, no es la levedad de lo frívolo, quizás pensar esto es una de las equivocaciones del arte actual, sino la levedad del pensar, la cual, según Calvino, llena de peso la levedad de lo frívolo.

Ahora pienso en un texto de Didi-Huberman, donde él intenta analizar la mirada de Paolo Pasolini (cineasta) cuando afirmaba, ante la llegada del capitalismo, que las luciérnagas habían muerto.

Y me detengo en la escogencia de la figura de una luciérnaga para crear una metáfora de los valores del ser como la amistad, el amor, la honestidad, etc., valores que para Pasolini se habían muerto con la llegada del capitalismo que traía interés, competencia, envidia. La luciérnaga es un animal pequeño, que vuela, que se alza en el viento y que emite una pequeña luz intermitente. Un animal liviano.

Para Didi-Huberman, Passolini estaba equivocado. Las luciérnagas no habían muerto, simplemente el hombre se había quedado detenido en un mismo punto y había perdido la capacidad de verlas. Para recuperarse de esa incapacidad, había que moverse del lugar y salir en busca de ellas.

Ahora pienso en el discurso que dio José Pepe Mujica, el presidente del Uruguay, en la ONU. Allí él nos hace una advertencia que yo relaciono con la idea de peso y levedad:

“(…) Hemos sacrificado los viejos dioses inmateriales y ocupamos el templo con el dios mercado. Él nos organiza la economía, la política, los hábitos, la vida (yo diría el arte) y hasta nos financia en cuotas la apariencia de felicidad. Pareciera que hemos nacido sólo para consumir y consumir y cuando no podemos, nos cargamos (noción de peso) con la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión (…)”.

En todos ellos, Calvino, Didi-Huberman y Mujica, hay una relación que me interesa resaltar: la noción de peso ligada al mundo humano que vivimos, que está íntimamente ligado con la idea de la razón ascendente, el progreso (desde lo material), la competencia, la búsqueda del éxito, que al parecer, han terminado por cargar nuestras vidas de peso.

El mundo del arte no está ajeno a ese mundo humano sino que está dentro de él, por lo que se vuelve reflejo de lo político, lo social, lo económico y lo espiritual y por lo que su inestabilidad está relacionada, también, a esas nociones de peso y levedad.

Para nadie es un secreto que el arte de hoy ha sido consumido por el mercado y que los artistas, en sus dinámicas se han convertido en productores de obras, que cargan con el peso de la inestabilidad que esta metamorfosis representa.

Las consecuencias que ha dejado el mercado en el arte han sobrepasado la reproductividad técnica de la que nos hablaba Walter Benjamin, donde ya se nos empezaba advertir del peligro que corría el arte ante el mercado. El problema de hoy en el arte es la pérdida de la consciencia en el artista que, ante la ansiedad de “éxito”, idea que hoy está ligada a lo material y que en el arte se traduce en ser firmado por reconocidos curadores o galerías, en el precio al que se venden las obras, en el prestigio de los lugares en los que se expone, etc.; ha perdido toda conexión con lo intangible (aquella idea que concebía al arte como una forma de comunicación entre el hombre y la espiritualidad, donde se podía acceder a un tipo de conocimiento diferente, que sobrepasa la razón).  Ahora, el artista intenta desbocadamente cargar sus obras de discursos (razón) que puedan ser interesantes para los intermediarios de los que depende y a los que hay que convencer, para mantener la ilusión de ser rescatado del olvido. Producción desmedida es igual a poco tiempo para pensar, para pensarse, para ocuparse de si mismo como lo sugieren Sócrates o Foucault.

“(…) No se puede gobernar a los demás, no se puede transformar los propios privilegios en acción política sobre los otros, en acción racional, si uno no se ha ocupado de si mismo (…)” Michel Foucoult.

¿Cómo entonces podría el artista seguir siendo relacionado con la sensibilidad (lo intangible), cuando ha sido desconectado de sí mismo y envuelto en la lógica de la razón ascendente que funciona en este sistema del capital? ¿Cómo entonces un artista podría oponerse al sistema, si ya ha sido envuelto y dominado por él, quedándose en las relaciones sociales y en los compromisos que hay que cumplir para sobrevivir en el mundo del arte, si ha terminado por privilegiar la razón no sólo en sus obras, sino en la forma de vivir y concebir el arte? Y digo artistas, porque les estoy hablando desde esa posición, pero estas preguntas también serían validas para los curadores, galeristas, directores de bienales y demás eventos de arte.

El mundo del arte ha empezado a ocuparse de las consecuencias que ha dejado el sistema, fáciles de criticar; de lo evidente; ha reproducido una rebeldía ya no tan rebelde, porque ha sido absorbida por el mismo sistema y ahora se ha vuelto predecible, se ha quedado en la espectacularidad, de la sociedad del espectáculo y ha olvidado el origen, la causa fundamental, lo profundo: el ser.

“(…) El sentido del arte que no quiere ser consumido consiste en explicar por si mismo y en su entorno el sentido de la vida y de la existencia humana. Es decir: explicarle al hombre cual es su motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizás, no explicárselo, sino tan sólo enfrentarlo a ese interrogante (…)” Andrei Tarkovski.

Pero por el contrario hoy vemos realities shows de artistas, donde éstos deben producir obras bajo unas indicaciones muy específicas de las galerías y los curadores que los juzgan y donde deben luchar por ser elegidos “el ganador” y obtener una exposición en un reconocido lugar, que seguramente les hará el ascenso más corto y más fácil.

Para mí, la inestabilidad del arte podría resumirse en unas pocas preguntas, cuyas respuestas son quizás la razón por la que no hemos sido capaces de recuperar la consciencia.

Cito a Foucoult: “(…) Qué significa ir contra el sistema? Todo el mundo parece echar pestes contra él. Está claro que el sistema sólo proporciona libertad, igualdad y fraternidad para unos pocos. Está claro que el sistema no es equitativo, pero ¿hasta qué punto es prescindible? Hasta qué punto puede hacerse algo sin disciplina? Hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a lo que tenemos?.

Lo que yo traduciría en: ¿Seremos capaces de buscar otras lógicas, otros modos de ver y buscar la levedad de la que nos habla Italo Calvino, que se opone a lo frívolo? Estaremos dispuestos a movernos de nuestro cómodo lugar y buscar las luciérnagas de las que nos habla Didi-Huberman? O seremos capaces de sacrificar la comodidad del consumo, por la tarea difícil de ocuparse de si mismo?

“(…) Es preciso ocuparse de uno mismo hasta en el menor detalle (…) hay que ocuparse de uno mismo durante toda la vida (desarrollo de la madurez). Los jóvenes deben de prepararse para la edad madura, están en su periodo de construcción y deberían ser conscientes de sus decisiones; pero  los adultos deben prepararse para la vejez que es el equivalente de la coronación de la vida, ese momento donde se debe enfrentar el resultado de la construcción que se hizo (…)”  Michel Foucault.



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