Camila Rodríguez Triana
Construcciones del deseo: ideas de peso y levedad.
2014
2014
A partir de la exposición Construcciones del deseo realizada en 2013 en la Casa de Cultura de La Paz, Bolivia, en el marco de la VIII Bienal Internacional de Arte SIART.
EL EQUILIBRISTA de P. Klee.
La inestabilidad está asociada por su contrario a
la noción de equilibrio. Incapacidad de un cuerpo para mantenerse o recuperar
el equilibrio. Entonces para comprender la inestabilidad de un algo, cabría
preguntarse por el equilibrio de ese algo, en este caso el mundo del arte.
Cuando pienso en equilibrio viene a mi cerebro la
imagen de una balanza en la que constantemente se está intentando nivelar el
peso de dos cuerpos diferentes. También pienso en un malabarista cruzando una delgada
cuerda. En este caso, él debe controlar el propio peso para evitar caerse.
Podría pensar también en aquella frase que escuchado tantas veces y que habla
de un equilibrio emocional que yo aún no conozco y que entiendo tiene que ver
con aprender a manejar los diferentes pesos de las emociones. A partir de estos
ejemplos podríamos decir que la noción de equilibrio está ligada a la noción de
peso y, al mismo tiempo, a la añoranza de su contrario: la levedad.
Hay un texto de Italo Calvino dedicado a hablarnos
de la levedad como una añoranza del hombre, al sentirse oprimido por el
peso:
“(…) Me parecía que el mundo se iba volviendo de
piedra; una lenta petrificación, más o menos avanzada según las personas y los
lugares, pero de la que no se salvaba ningún aspecto de mi vida. Era como
si nadie pudiera esquivar la mirada inexorable de la medusa y todos
quedaran petrificados. El único que pudo cortarle la cabeza a la medusa fue
Perseo, quien se apoyo en lo más leve que existe: los vientos y las nubes (…)”
Más adelante Calvino continúa:
“(…) En los momentos en que el reino humano me
parece condenado a la pesadez, pienso que debería volar como Perseo. Quiero
decir que he de cambiar mi enfoque, he de mirar el mundo con otra óptica, otra
lógica, otros métodos de conocimiento y de verificación. Las imágenes de
levedad que busco no deben dejarse disolver como sueños de la realidad del
presente y el futuro (…)”
Aquí abro un paréntesis para decir que la levedad
que Calvino busca, no es la levedad de lo frívolo, quizás pensar esto es una de
las equivocaciones del arte actual, sino la levedad del pensar, la cual, según
Calvino, llena de peso la levedad de lo frívolo.
Ahora pienso en un texto de Didi-Huberman, donde él
intenta analizar la mirada de Paolo Pasolini (cineasta) cuando afirmaba, ante
la llegada del capitalismo, que las luciérnagas habían muerto.
Y me detengo en la escogencia de la figura de una
luciérnaga para crear una metáfora de los valores del ser como la amistad, el
amor, la honestidad, etc., valores que para Pasolini se habían muerto con la
llegada del capitalismo que traía interés, competencia, envidia. La luciérnaga
es un animal pequeño, que vuela, que se alza en el viento y que emite una
pequeña luz intermitente. Un animal liviano.
Para Didi-Huberman, Passolini estaba equivocado.
Las luciérnagas no habían muerto, simplemente el hombre se había quedado
detenido en un mismo punto y había perdido la capacidad de verlas. Para
recuperarse de esa incapacidad, había que moverse del lugar y salir en busca de
ellas.
Ahora pienso en el discurso que dio José Pepe
Mujica, el presidente del Uruguay, en la ONU. Allí él nos hace una advertencia
que yo relaciono con la idea de peso y levedad:
“(…) Hemos sacrificado los viejos dioses
inmateriales y ocupamos el templo con el dios mercado. Él nos organiza la
economía, la política, los hábitos, la vida (yo diría el arte) y hasta nos
financia en cuotas la apariencia de felicidad. Pareciera que hemos nacido sólo
para consumir y consumir y cuando no podemos, nos cargamos (noción de peso) con
la frustración, la pobreza y hasta la autoexclusión (…)”.
En todos ellos, Calvino, Didi-Huberman y Mujica,
hay una relación que me interesa resaltar: la noción de peso ligada al mundo
humano que vivimos, que está íntimamente ligado con la idea de la razón
ascendente, el progreso (desde lo material), la competencia, la búsqueda del
éxito, que al parecer, han terminado por cargar nuestras vidas de peso.
El mundo del arte no está ajeno a ese mundo humano
sino que está dentro de él, por lo que se vuelve reflejo de lo político, lo
social, lo económico y lo espiritual y por lo que su inestabilidad está
relacionada, también, a esas nociones de peso y levedad.
Para nadie es un secreto que el arte de hoy ha sido
consumido por el mercado y que los artistas, en sus dinámicas se han convertido
en productores de obras, que cargan con el peso de la inestabilidad que esta
metamorfosis representa.
Las consecuencias que ha dejado el mercado en el
arte han sobrepasado la reproductividad técnica de la que nos hablaba Walter
Benjamin, donde ya se nos empezaba advertir del peligro que corría el arte ante
el mercado. El problema de hoy en el arte es la pérdida de la consciencia en el
artista que, ante la ansiedad de “éxito”, idea que hoy está ligada a lo
material y que en el arte se traduce en ser firmado por reconocidos curadores o
galerías, en el precio al que se venden las obras, en el prestigio de los
lugares en los que se expone, etc.; ha perdido toda conexión con lo intangible
(aquella idea que concebía al arte como una forma de comunicación entre el
hombre y la espiritualidad, donde se podía acceder a un tipo de conocimiento
diferente, que sobrepasa la razón). Ahora, el artista intenta
desbocadamente cargar sus obras de discursos (razón) que puedan ser
interesantes para los intermediarios de los que depende y a los que hay que
convencer, para mantener la ilusión de ser rescatado del olvido. Producción
desmedida es igual a poco tiempo para pensar, para pensarse, para ocuparse de
si mismo como lo sugieren Sócrates o Foucault.
“(…) No se puede gobernar a los demás, no se puede
transformar los propios privilegios en acción política sobre los otros, en
acción racional, si uno no se ha ocupado de si mismo (…)” Michel Foucoult.
¿Cómo entonces podría el artista seguir siendo
relacionado con la sensibilidad (lo intangible), cuando ha sido desconectado de
sí mismo y envuelto en la lógica de la razón ascendente que funciona en este
sistema del capital? ¿Cómo entonces un artista podría oponerse al sistema, si
ya ha sido envuelto y dominado por él, quedándose en las relaciones sociales y
en los compromisos que hay que cumplir para sobrevivir en el mundo del arte, si
ha terminado por privilegiar la razón no sólo en sus obras, sino en la forma de
vivir y concebir el arte? Y digo artistas, porque les estoy hablando desde esa
posición, pero estas preguntas también serían validas para los curadores,
galeristas, directores de bienales y demás eventos de arte.
El mundo del arte ha empezado a ocuparse de
las consecuencias que ha dejado el sistema, fáciles de criticar; de lo
evidente; ha reproducido una rebeldía ya no tan rebelde, porque ha sido
absorbida por el mismo sistema y ahora se ha vuelto predecible, se ha quedado
en la espectacularidad, de la sociedad del espectáculo y ha olvidado el origen,
la causa fundamental, lo profundo: el ser.
“(…) El sentido del arte que no quiere ser
consumido consiste en explicar por si mismo y en su entorno el sentido de la
vida y de la existencia humana. Es decir: explicarle al hombre cual es su
motivo y el objetivo de su existencia en nuestro planeta. O quizás, no
explicárselo, sino tan sólo enfrentarlo a ese interrogante (…)” Andrei
Tarkovski.
Pero por el contrario hoy vemos realities shows de
artistas, donde éstos deben producir obras bajo unas indicaciones muy
específicas de las galerías y los curadores que los juzgan y donde deben luchar
por ser elegidos “el ganador” y obtener una exposición en un reconocido lugar,
que seguramente les hará el ascenso más corto y más fácil.
Para mí, la inestabilidad del arte podría resumirse
en unas pocas preguntas, cuyas respuestas son quizás la razón por la que no
hemos sido capaces de recuperar la consciencia.
Cito a Foucoult: “(…) Qué significa ir contra el
sistema? Todo el mundo parece echar pestes contra él. Está claro que el sistema
sólo proporciona libertad, igualdad y fraternidad para unos pocos. Está claro
que el sistema no es equitativo, pero ¿hasta qué punto es prescindible? Hasta
qué punto puede hacerse algo sin disciplina? Hasta qué punto estamos dispuestos
a renunciar a lo que tenemos?.
Lo que yo traduciría en: ¿Seremos capaces de buscar
otras lógicas, otros modos de ver y buscar la levedad de la que nos habla Italo
Calvino, que se opone a lo frívolo? Estaremos dispuestos a movernos de nuestro
cómodo lugar y buscar las luciérnagas de las que nos habla Didi-Huberman? O
seremos capaces de sacrificar la comodidad del consumo, por la tarea difícil de
ocuparse de si mismo?
“(…) Es preciso ocuparse de uno
mismo hasta en el menor detalle (…) hay que ocuparse de uno mismo durante toda
la vida (desarrollo de la madurez). Los jóvenes deben de prepararse para la
edad madura, están en su periodo de construcción y deberían ser conscientes de
sus decisiones; pero los adultos deben prepararse para la vejez que es el
equivalente de la coronación de la vida, ese momento donde se debe enfrentar el
resultado de la construcción que se hizo (…)” Michel Foucault.
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